miércoles, 31 de marzo de 2010

De la fiebre y sus delirios

¿Cual es la condición,
el requisito indispensable
para no olvidar los puñales
que abrieron estas heridas?
¿Acaso una página
con torpes esbozos,
trazos de sangre?
¿Una caricatura
sin rostro
impermeable al tiempo
y a la destrucción?

Somos hijos de la nada
Condenados a la
Eterna mendicidad
Por un Dios oxidado,
Veneno de la historia,
Su propio asco,
La humedad en los ferrocarriles,
La inmundicia de los fuertes.
Catorce mil cuerpos enterrados
En la plaza,
Hartos de vomitar negras escamas,
No alcanzaron para derrotar la peste,
Padecemos, en silencio,
Una fiebre más absurda,
Sus delirios de autopistas,
Centros comerciales,
Torres de vidrio
despues del grito
nos sumergirá en el silencio.